La Batalla de Aculco, librada el 7 de noviembre de 1810, fue un momento decisivo en los primeros meses de la Guerra de Independencia de México. Este enfrentamiento ocurrió en las llanuras cercanas al poblado de San Jerónimo Aculco, en el actual Estado de México, y enfrentó al ejército insurgente, liderado por Miguel Hidalgo y Costilla, contra las tropas realistas del general Félix María Calleja.

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¿Qué fue la Batalla de Aculco y por qué es importante?

Pese a haber obtenido victorias importantes como la toma de la Alhóndiga de Granaditas en Guanajuato, el ejército insurgente enfrentaba un problema estructural: carecía de organización militar y disciplina. En contraste, las fuerzas realistas, aunque menores en número, estaban bien entrenadas, equipadas y bajo un mando unificado. Calleja aprovechó esta diferencia para tender una emboscada a los insurgentes en Aculco, logrando una victoria contundente que marcó la primera gran derrota del movimiento independentista.

Este suceso tuvo un profundo impacto en el curso de la guerra. No solo provocó la dispersión del ejército insurgente, sino que también reveló las tensiones internas entre sus líderes, especialmente entre Hidalgo y Allende. Aunque la lucha por la independencia continuó, Aculco evidenció la necesidad de reestructurar la estrategia revolucionaria si se quería hacer frente al poder militar de la Corona.

Contexto histórico previo a la batalla

Tras el Grito de Dolores en septiembre de 1810, el movimiento insurgente encabezado por Miguel Hidalgo, Ignacio Allende, Juan Aldama y otros líderes avanzó rápidamente desde el Bajío hacia el centro del virreinato. La toma de Guanajuato y la victoria en la batalla del Monte de las Cruces generaron un entusiasmo desbordado entre los simpatizantes de la independencia. Sin embargo, esta fuerza creciente escondía problemas graves de fondo.

El avance insurgente tras las victorias iniciales

El ejército de Hidalgo, más que una fuerza militar estructurada, era un tumultuoso conjunto de campesinos, artesanos, indígenas y pequeños propietarios, muchos de ellos sin experiencia en combate ni instrucción militar. Tras la victoria en las Cruces, Hidalgo decide no avanzar sobre la Ciudad de México, una decisión controversial que causó roces con Allende y otros jefes militares. El ejército insurgente entonces se replegó hacia Valladolid, pasando por Querétaro y Aculco, cargado de víveres, armamento improvisado y miles de simpatizantes, pero sin una estrategia clara ni defensas bien organizadas.

La estrategia de Calleja y la emboscada en Aculco

Mientras tanto, el virrey Venegas encargó al general Félix María Calleja contener la insurgencia. Calleja se dirigió desde San Luis Potosí y logró avanzar con rapidez hacia el centro del país. Sus tropas eran pocas comparadas con las insurgentes, pero altamente disciplinadas y bien equipadas. En Querétaro, Calleja recibió la orden de interceptar a Hidalgo. El lugar elegido fue una llanura cercana al poblado de San Jerónimo Aculco, un sitio con ventajas estratégicas: terreno abierto, cerros cercanos y rutas de difícil escape.

El ejército insurgente se encontraba fatigado, mal alimentado y desorganizado. Las disputas internas entre Hidalgo y Allende eran cada vez más evidentes. Según relatan crónicas de la época, mientras Hidalgo pretendía mantener el control absoluto como cabeza religiosa y política, Allende –formado militarmente– exigía una estructura de mando más profesional. Esta división de criterios afectó seriamente la preparación para el combate.

Cuando Calleja lanzó el ataque, el campo insurgente colapsó rápidamente. Lo que se prometía como un enfrentamiento, se convirtió en una fuga masiva, marcada por el pánico y la dispersión.

Desarrollo de la batalla: 7 de noviembre de 1810

El ataque de Calleja y la dispersión insurgente

En la mañana del 7 de noviembre de 1810, el ejército realista bajo el mando de Félix María Calleja se desplegó en las cercanías de San Jerónimo Aculco. Calleja, con una tropa mucho menor en número, pero bien organizada, sorprendió al contingente insurgente, que se hallaba dividido y desorientado.

El terreno jugó un papel determinante: una llanura rodeada de cerros expuso al ejército insurgente al fuego enemigo sin posibilidad de cobertura ni defensa. Como se describe en el poema de Guillermo Prieto, el ejército de Hidalgo era más bien un “tumultuoso pueblo” que celebraba victorias recientes sin orden ni estructura.

Cuando Calleja lanzó el ataque, la línea insurgente colapsó de inmediato. La batalla no fue prolongada. La sorpresa, unida al desorden interno y la superioridad táctica realista, provocó una retirada caótica. Miles de insurgentes huyeron en todas direcciones. Muchos abandonaron armas, pertrechos, tesoros y carretas. Los realistas tomaron el control del campo de batalla casi sin resistencia organizada.

Calleja, en un acto que la historia recuerda con crudeza, ejecutó a numerosos prisioneros insurgentes, incluso después de que se habían rendido. El combate dejó un saldo de cientos de muertos y heridos, pero, sobre todo, un profundo golpe moral al naciente movimiento independentista.

La retirada de los líderes: Hidalgo y Allende se separan

Después de la derrota, los líderes insurgentes tomaron rutas distintas de escape. Miguel Hidalgo, con un grupo reducido de seguidores, se dirigió hacia Valladolid (hoy Morelia), donde más adelante reorganizaría sus fuerzas y lanzaría un nuevo manifiesto. Ignacio Allende, por su parte, logró rescatar parte del tren militar y parte de la artillería, y se replegó hacia Guanajuato en una maniobra más ordenada.

Este momento marcó una ruptura simbólica y operativa entre ambos líderes. Aunque la lucha por la independencia continuaría, la derrota en Aculco evidenció que las diferencias internas y la falta de organización militar eran una amenaza tan grande como el propio ejército realista.

Consecuencias inmediatas de la batalla

Impacto moral y político de la derrota

La derrota en Aculco tuvo un efecto demoledor en el ánimo del movimiento insurgente. Muchos creían que la causa había sido definitivamente sofocada. El general Calleja así lo afirmó en su informe al virrey, donde escribió con triunfalismo: “La insurrección ha muerto”. Las autoridades virreinales celebraron la victoria con festejos públicos, y por un momento pareció que el levantamiento había sido un breve episodio sin futuro.

Sin embargo, esa percepción fue errónea. Si bien Aculco supuso un golpe militar contundente, no extinguió el movimiento. La dispersión de las tropas obligó a los insurgentes a adaptarse a nuevas formas de lucha, más móviles, más descentralizadas y, en muchos casos, más agresivas. Lo que murió en Aculco no fue la independencia, sino la idea de una revolución rápida y centralizada encabezada por un líder único.

Además, la batalla agudizó los conflictos internos entre los mandos insurgentes. La tensión entre Hidalgo y Allende se volvió insostenible. Mientras uno simbolizaba el liderazgo espiritual y popular, el otro exigía mayor orden y jerarquía militar. Esta división debilitaría aún más la resistencia frente al poder realista en los meses siguientes.

Reorganización insurgente en Valladolid

Tras la derrota, Hidalgo logró llegar a Valladolid (Morelia), donde fue recibido con simpatía por sectores locales. Desde allí, se dedicó a reorganizar lo que quedaba de su ejército e intentar recuperar la moral de sus seguidores. Emitió nuevos bandos y manifiestos para reafirmar los objetivos de la independencia, incluyendo disposiciones como la primera medida agraria insurgente, que buscaba repartir tierras a los más pobres.

En paralelo, Allende se refugió en Guanajuato, donde conservaba cierto apoyo y reorganizó a parte de la tropa. La comunicación entre ambos continuó, pero ya con diferencias más marcadas respecto al rumbo de la insurrección.

En resumen, aunque militarmente fue una derrota devastadora, la batalla de Aculco obligó a reconfigurar la lucha independentista. La insurgencia aprendió que no bastaban los números ni el entusiasmo popular: se necesitaba estrategia, estructura y disciplina para enfrentar al enemigo.

El escenario de Aculco: geografía, simbolismo y memoria

San Jerónimo Aculco y su papel estratégico

El escenario de la batalla fue la llanura de San Jerónimo Aculco, un paraje rodeado de cerros pelados, barrancas y montañas, atravesado por antiguos caminos como el de Tierradentro. Esta ubicación, aparentemente apacible, ofrecía ventajas tácticas notables para una emboscada militar, como lo supo aprovechar el general Calleja.

Las fuentes geográficas y visuales también destacan la belleza e importancia de esta región. En documentos visuales del siglo XIX, se muestran panorámicas de Aculco y casas que ocuparon los insurgentes, incluida aquella donde se alojó Hidalgo antes del combate, lo que indica que el líder insurgente había elegido este lugar como un punto de reagrupamiento estratégico.

Además, el terreno se caracteriza por una mezcla de planicies abiertas y pasos estrechos, que, mal defendidos, expusieron al ejército insurgente a un ataque por sorpresa. El control de este lugar significaba el dominio de una ruta clave hacia el Bajío, por lo que su pérdida tuvo implicaciones logísticas importantes para el avance de la insurgencia.

El recuerdo de Aculco en la literatura y la historia

Aculco no solo fue un punto geográfico, sino también un símbolo literario y emocional. Poetas e historiadores como Guillermo Prieto transformaron la derrota insurgente en un episodio de alto dramatismo. En su poema “La batalla de Aculco”, Prieto retrata con intensidad la confusión del combate, las intrigas entre los líderes, y la brutal represión de Calleja tras la victoria. La llanura se convierte en un espacio poético y trágico, donde la esperanza insurgente choca contra la realidad militar.

Actualmente, Aculco conserva vestigios de ese momento. Las casas utilizadas por los insurgentes, la hacienda desde donde Hidalgo se comunicó con Allende tras la derrota, y las rutas por donde escaparon los líderes revolucionarios, forman parte del patrimonio histórico de la localidad.

Estos elementos no solo nutren la memoria colectiva, sino que transforman a Aculco en un sitio de reflexión nacional, donde se recuerda que la independencia no se logró sin fracasos ni sacrificios, y que cada derrota, como la de Aculco, forjó una causa más madura y resiliente.

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Preguntas frecuentes sobre la Batalla de Aculco

¿Cuándo fue la Batalla de Aculco?

La Batalla de Aculco se libró el 7 de noviembre de 1810, durante los primeros meses de la Guerra de Independencia de México.

¿Quién ganó la Batalla de Aculco?

El triunfo fue para el ejército realista, comandado por Félix María Calleja, quien derrotó al ejército insurgente liderado por Miguel Hidalgo y Costilla.

¿Por qué perdió Hidalgo en Aculco?

Hidalgo perdió la batalla debido a la falta de organización militar, disciplina en sus tropas y división entre los líderes insurgentes. En contraste, Calleja contaba con tropas profesionales y una estrategia clara que aprovechó el terreno para emboscar a los insurgentes

¿Qué pasó después de la Batalla de Aculco?

Tras la derrota, el ejército insurgente se dispersó. Hidalgo se retiró hacia Valladolid, donde reorganizó sus fuerzas y emitió nuevos manifiestos. Allende marchó a Guanajuato. La batalla marcó una ruptura entre ambos líderes y obligó a replantear la estrategia de la independencia

¿Dónde queda Aculco?

Aculco se ubica en el Estado de México, al norte del Valle de Toluca. El combate se dio en las cercanías del poblado de San Jerónimo Aculco, en una llanura rodeada de cerros, con importancia estratégica en su tiempo.

Fuentes y bibliografía

Este artículo ha sido elaborado a partir de fuentes primarias y secundarias confiables, incluyendo documentos históricos, investigaciones locales y testimonios literarios que aportan contexto y profundidad a los hechos relacionados con la Batalla de Aculco.

📄 Fuentes consultadas:

  • Prieto, Guillermo. La Batalla de Aculco. Poema incluido en recopilaciones de historia literaria del siglo XIX. Proporciona una visión emotiva y simbólica de la derrota insurgente, útil para comprender la memoria cultural del acontecimiento.
  • Martínez Salazar, Manuel. 19 y 20 de agosto de 1847, Frente de Guerra San Jerónimo Aculco: Batalla de Padierna. Publicación del Consejo Vecinal del Pueblo de San Jerónimo Aculco – Lídice. Aunque centrada en los sucesos de 1847, ofrece una descripción detallada del terreno y de la importancia geoestratégica de Aculco.
  • Archivo gráfico e histórico (s/f). Fotografías y notas descriptivas de lugares clave durante el tránsito del ejército insurgente, incluyendo Aculco, Valladolid, Guanajuato y otros puntos.