Ignacio Allende y lo que hizo por la Independencia de México
Ignacio María de Allende y Unzaga, más conocido como Ignacio Allende, es una figura inmortal en la historia de México. Este militar y revolucionario novohispano desempeñó un papel crucial en la lucha por la independencia de México a principios del siglo XIX. Su legado perdura como un faro de valentía y liderazgo en tiempos turbulentos.
Los Primeros Años de Allende
Nacido el 21 de enero de 1769 en San Miguel el Grande (hoy San Miguel de Allende, en su honor), Ignacio Allende creció en una familia acomodada dedicada al comercio y la agricultura. Desde temprana edad, mostró un interés particular por las armas y la equitación. Su educación comenzó con maestros particulares, pero más tarde ingresó al Colegio de San Francisco de Sales, donde compartió aulas con los hermanos Aldama, quienes también jugarían un papel crucial en la independencia de México.
La Crisis Política de 1808 y la Conspiración de Valladolid
Tras enterarse de las Abdicaciones de Bayona en 1808, el virrey Iturrigaray, temeroso de una posible invasión inglesa, ordenó grandes maniobras militares en la Nueva España. Ignacio Allende, entonces Capitán, fue concentrado en diversas ubicaciones, desde la Ciudad de México hasta El Palmar en Sonora. Durante este tiempo, entró en contacto con elementos liberales, absorbiendo las doctrinas independentistas.
De regreso a su tierra natal en 1809, Allende ya concebía la idea de la insurgencia. Participó en la fallida conspiración de Valladolid de 1809 junto a García Obeso y Michelena, pero logró evadir el castigo. Persistente en sus ideales, continuó buscando adeptos y formó juntas insurgentes en San Miguel, Celaya, San Felipe y San Luis Potosí.
Inicio de la Revuelta
El inicio de la guerra por la independencia de México, en 1810, estuvo marcado por una serie de eventos que cambiaron el curso de la historia. Originalmente, los líderes designados para encabezar el movimiento insurgente eran Allende y Aldama. Sin embargo, hubo cambios que alteraron los planes, y fue Miguel Hidalgo quien finalmente proclamó el famoso Grito de Dolores el 16 de septiembre.
A pesar de esta situación, Allende y Aldama se unieron al cura Hidalgo y, junto con una creciente fuerza insurgente, marcharon hacia Guanajuato. En San Miguel el Grande, Allende logró asegurar el apoyo de sus habitantes y ganar a la mayoría de los miembros del Regimiento de la Reina para la causa.
Durante su estancia en su ciudad natal, Allende tuvo que tomar decisiones difíciles, como reprimir con firmeza a algunos miembros del pueblo que amenazaban con saquear negocios y causar disturbios. Estas acciones le valieron la censura del cura Hidalgo y el inicio de una serie de desacuerdos que marcarían el desarrollo de la guerra. El 21 de septiembre de 1810, en Celaya, Hidalgo y Allende fueron oficialmente nombrados Capitán General y Teniente General, respectivamente, de los ejércitos insurgentes.
La batalla de Monte de las Cruces
Allende desempeñó un papel importante en la batalla de Monte de las Cruces, donde los insurgentes se enfrentaron a una fuerza realista abrumadoramente superior en número. Antes de la batalla, Allende había propuesto que solo las tropas más experimentadas participaran en el combate, pero Hidalgo insistió en que los indígenas también participaran. A pesar de la victoria insurgente, fue una victoria costosa, ya que los realistas infligieron bajas considerables a las fuerzas rebeldes.
Sin embargo, las tensiones entre Allende y Hidalgo aumentaron cuando Hidalgo decidió no tomar la Ciudad de México, a pesar de la perspectiva de que sucediera una matanza masiva. Esta decisión marcó un punto de quiebre en su relación.
La batalla de Aculco y el regreso a Guanajuato
La batalla de Aculco, en la que las fuerzas insurgentes fueron derrotadas, provocó que Allende se separara de Hidalgo y regresara a Guanajuato con la esperanza de reforzar la plaza ante la inminente llegada de los realistas. A pesar de sus esfuerzos, Guanajuato fue reconquistada por las fuerzas virreinales el 25 de noviembre de 1810.
Antes de la toma de Guanajuato por parte de los realistas, Allende había intentado coordinar la insurgencia con Hidalgo desde Salvatierra, pero no recibió respuesta. Esta falta de comunicación aumentó su frustración hacia Hidalgo, y las tensiones entre los dos líderes se hicieron evidentes.
Allende y Aldama se refugiaron en Guadalajara, donde comenzaron a organizar un gobierno insurgente y disciplinar a la creciente tropa. Sin embargo, surgió otro episodio de tensión cuando Allende se enteró de las masacres de españoles ordenadas por Hidalgo en las barranquitas detrás del hospital de Belén. A pesar de contemplar la posibilidad de envenenar a Hidalgo para poner fin a las masacres, finalmente desistió de esa idea.
La última batalla en Puente Calderón
La batalla del Puente de Calderón marcó un punto crucial en la guerra de independencia. Allende, como comandante general de todo el ejército insurgente, organizó las posiciones y líderes para el combate. Sin embargo, un incidente durante la batalla llevó a un incendio que complicó la visibilidad y provocó una desbandada de las fuerzas insurgentes. A pesar de su valiente liderazgo, los insurgentes fueron derrotados después de casi 6 horas de combate.
Tras la derrota en el Puente de Calderón, Allende y los insurgentes emprendieron la huida hacia Aguascalientes. En la Hacienda del Pabellón, Allende y otros líderes exigieron la renuncia de Hidalgo como cabeza del movimiento. Finalmente, Ignacio López Rayón propuso que Hidalgo mantuviera el mando político, mientras que Allende asumiría el mando militar de facto.
En su intento por obtener apoyo y recursos, Allende marchó hacia el norte, pero fue traicionado y apresado en Acatita de Baján. Después de ser juzgado, fue fusilado el 26 de junio de 1811. Su cabeza fue exhibida como advertencia en la Alhóndiga de Granaditas, el lugar de su primera victoria insurgente. Posteriormente, sus restos fueron honrados y enterrados en la Ciudad de México en 1821.
El Legado de Ignacio Allende
Ignacio Allende pasó a la historia como un líder militar y revolucionario valiente y ético. Su legado, en defensa de la libertad, la igualdad y la democracia, vive en los corazones de los mexicanos. Sus restos finalmente descansan en el Ángel de la Independencia, un monumento icónico que honra a los héroes de la independencia de México.
Hoy, recordamos a Ignacio Allende como una figura inmortal de la historia mexicana, cuyo coraje y liderazgo allanaron el camino hacia la independencia de México del yugo colonial español. Su sacrificio y su legado perduran como un recordatorio de la lucha por la libertad y la justicia en México y en todo el mundo.
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Carles Fillol
Aficionado a la historia de la humanidad