Cataluña en la Guerra de la Independencia

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El gran día de Girona – Ramón Martí Alsina

La Guerra de la Independencia Española (1808-1814) fue un conflicto de gran trascendencia en la historia de España, marcado por la resistencia de la población contra la ocupación francesa. En Cataluña, esta lucha tuvo un carácter especialmente intenso debido a su posición estratégica y a la determinación de sus habitantes para defender sus ciudades y territorio. Desde los primeros días de la ocupación hasta el desenlace final de la guerra, la región fue escenario de enfrentamientos clave que definieron el rumbo del conflicto en el noreste peninsular.

Contexto histórico

La Guerra de la Independencia Española se inició tras la invasión francesa, que comenzó bajo el pretexto del Tratado de Fontainebleau (1807). Sin embargo, Napoleón aprovechó la inestabilidad en la monarquía española para forzar la renuncia de Fernando VII en las conocidas Abdicaciones de Bayona (1808), instalando en el trono a su hermano José Bonaparte. Esto provocó una insurrección generalizada, que tuvo su primer gran estallido con el levantamiento del 2 de mayo en Madrid.

Cataluña, debido a su proximidad con Francia, se convirtió en un frente clave. En 1812, Napoleón decretó su anexión al Imperio Francés, dividiéndola en departamentos administrativos. Aunque las ciudades principales quedaron bajo control francés, las zonas rurales fueron focos de guerrilla constante, dificultando la consolidación del dominio napoleónico.

El conflicto dejó consecuencias devastadoras: pérdida de entre 300.000 y 500.000 vidas, destrucción de infraestructuras y una crisis económica que debilitó a España a nivel internacional. La resistencia catalana fue fundamental en la lucha, y su papel en la guerra influyó en el desenlace del conflicto.

La ocupación francesa y el inicio de la resistencia

En febrero de 1808, las tropas francesas comenzaron su avance sobre Cataluña, una región que contaba con cerca de 900.000 habitantes. En un primer momento, aseguraron el control de Figueras y Barcelona, extendiendo progresivamente su dominio por el territorio. Al frente del ejército de ocupación se encontraba el general Duhesme, quien inicialmente impuso una política de represión para sofocar cualquier intento de resistencia. No obstante, siguiendo instrucciones de Napoleón, la estrategia cambió hacia una política de integración, con la intención de vincular Cataluña al Imperio Francés.

Para lograr este objetivo, se implementaron medidas como la publicación de proclamas en francés y catalán, y el envío de funcionarios franceses para gestionar la administración pública. El plan buscaba consolidar el dominio francés y asegurar el apoyo de las élites locales. De hecho, algunos sectores acomodados de la sociedad catalana vieron con buenos ojos la presencia francesa, especialmente debido a los éxitos militares del ejército napoleónico. Finalmente, el 26 de enero de 1812, Napoleón decretó la incorporación oficial de Cataluña a Francia, consolidando así su dominio administrativo en la región.

A pesar de estos intentos de consolidación, la resistencia local no tardó en manifestarse. Si bien algunos sectores de la nobleza y la administración vieron con buenos ojos la presencia francesa, la mayoría de la población rechazó la ocupación y se organizó para luchar contra ella. El general Diezme publicó un Bando advirtiendo: “Todo pueblo grande o chico que se atreva a levantarse, será privado de sus privilegios y desarmado; y si en él se derramara la sangre francesa será quemado y sus autoridades, que no habrán contenido la turbulencia, serán juzgadas criminalmente…”

El levantamiento en Manresa y la batalla de El Bruc

Uno de los primeros episodios de resistencia tuvo lugar en Manresa el 2 de junio de 1808. En medio del mercado semanal, un grupo de ciudadanos interceptó un cargamento de papel sellado enviado por los franceses y lo quemó en la plaza mayor. “¡Viva la religión!…¡Viva Fernando!…¡Viva la Patria!”, coreaban las autoridades locales al salir a los balcones del ayuntamiento con cintas con los colores de la bandera española en sus sombreros. Este acto de desafío encendió el espíritu patriótico y llevó a la formación de una Junta de Defensa local. La noticia se difundió rápidamente, inspirando a otras poblaciones a organizarse contra los invasores.

En respuesta, el 4 de junio, las tropas francesas enviaron una expedición para castigar a Manresa, pero su avance fue detenido en los pasos montañosos de El Bruc. En esta batalla, los somatenes, milicias locales formadas por campesinos y voluntarios, lograron repeler a las fuerzas napoleónicas el 6 y el 14 de junio. La batalla de El Bruc demostró que la resistencia armada era posible y alentó a más poblaciones a sumarse a la lucha.

El asedio de Girona

La resistencia se extendió por toda Cataluña, y uno de los episodios más destacados fue el sitio de Gerona (1809). Ante la inminente ofensiva francesa, el general Álvarez de Castro organizó la defensa de la ciudad, estableciendo fortificaciones y acopiando provisiones. Con una guarnición de 5.600 hombres frente a un ejército de 18.000 soldados franceses, la población soportó meses de bombardeos y ataques. Ante el cerco, el gobernador español publicó un Bando determinante: “Será pasado por las armas el que profiera la voz de capitular o de rendirse”. Cuando los franceses enviaron un parlamentario para solicitar la rendición, Álvarez de Castro respondió: “No queriendo tratar con los enemigos de su Patria, recibiría a cañonazos a cuantos parlamentarios le enviasen”. A pesar de la heroica resistencia, la ciudad cayó el 10 de diciembre de 1809 debido al hambre y las enfermedades. No obstante, la tenacidad de Gerona se convirtió en un símbolo de la lucha contra la ocupación.

En estas fechas surgió la siguiente cancioncilla del poeta Juan Bautista Arriaza, que entonaban los defensores de Gerona, :

La caída de Tarragona y la consolidación francesa

En mayo de 1811, el mariscal Suchet lanzó un asalto contra Tarragona, una de las últimas plazas fuertes en manos de la resistencia. La ciudad, defendida por una guarnición de 7.000 hombres y apoyada por la flota británica, resistió durante semanas hasta que fue finalmente tomada el 28 de junio. La caída de Tarragona marcó un punto de inflexión en la guerra, permitiendo a los franceses consolidar su dominio sobre Cataluña y forzando la retirada de muchas unidades patriotas.

Instauración del gobierno militar en Cataluña (1810-1812)

En febrero de 1810, sin consultar a su hermano José I Bonaparte, Napoleón decretó que varias regiones al norte del Ebro, incluida Cataluña, quedarían bajo su administración directa. Esto significaba que pasarían a estar bajo el control de comandantes militares franceses, y sus recursos económicos serían gestionados por el ejército invasor para sostener la ocupación. La guerra estaba resultando costosa para el emperador, lo que lo llevó a tomar medidas drásticas para reforzar su dominio en estos territorios.

Napoleón designó al mariscal Augereau como gobernador de Cataluña, al mariscal Suchet para Aragón, y a otros generales en Navarra y Vizcaya. A estos oficiales se les otorgó plena autonomía para administrar sus regiones sin intervención del rey José I. En Cataluña, Augereau estableció una administración provisional y promovió el uso del francés y el catalán en los asuntos oficiales, reduciendo el papel del castellano. Además, intentó atraer a la población catalana destacando su pasado glorioso y apelando a su identidad histórica para justificar la anexión al Imperio Francés.

La recuperación de Cataluña y el final del conflicto (1812-1814)

A pesar de la ocupación, la resistencia catalana se mantuvo activa. En 1812, con Napoleón concentrado en su campaña en Rusia, las fuerzas francesas en España quedaron debilitadas. Aprovechando esta situación, los guerrilleros catalanes y las tropas aliadas bajo el mando de Wellington intensificaron sus ataques. La presión militar y la inestabilidad en el frente francés obligaron a Napoleón a retirar progresivamente sus fuerzas de la península.

A finales de 1813, los franceses comenzaron su retirada de Cataluña, culminando el 28 de mayo de 1814 con la evacuación de Barcelona. Con el fin de la ocupación, la región inició un arduo proceso de reconstrucción tras años de enfrentamientos. Las secuelas de la guerra dejaron huella en la sociedad catalana, reforzando un sentimiento de identidad y resistencia que influiría en su desarrollo político en las décadas siguientes.

La Guerra de la Independencia en Cataluña fue un capítulo crucial dentro del conflicto peninsular. Desde los primeros levantamientos en Manresa hasta la heroica defensa de Gerona y Tarragona, la región desempeñó un papel fundamental en la lucha contra la ocupación francesa. La resistencia popular, protagonizada por somatenes y guerrilleros, demostró la capacidad de organización y sacrificio de sus habitantes, contribuyendo significativamente a la derrota final de las tropas napoleónicas en España.