
San Marcos Evangelista es una de las figuras más influyentes del cristianismo primitivo. Autor del segundo Evangelio, el Evangelio de Marcos, discípulo cercano de san Pedro y fundador de la Iglesia de Alejandría, su vida y legado han dejado una huella profunda tanto en Oriente como en Occidente. Venerado como mártir, evangelizador y símbolo de fe, San Marcos es también el patrón de Venecia, donde su figura ha trascendido lo religioso para formar parte de la identidad cultural de la ciudad. En este artículo exploraremos su biografía, su relevancia en distintas tradiciones cristianas y el mensaje atemporal que sigue inspirando a millones de creyentes en todo el mundo.
¿Quién fue San Marcos Evangelista?
San Marcos Evangelista, también conocido como Juan Marcos, fue uno de los cuatro evangelistas y el autor del segundo Evangelio del Nuevo Testamento, conocido como el Evangelio de Marcos. Nació probablemente en Jerusalén, en el seno de una familia judía de buena posición. Su madre, María, tenía una casa que servía como lugar de reunión para los primeros cristianos (Hechos 12,12), lo que sugiere que desde joven estuvo en contacto con la comunidad cristiana primitiva.
San Marcos no fue uno de los doce apóstoles originales, pero tuvo un papel fundamental en la expansión del cristianismo. Fue discípulo y secretario de San Pedro, quien lo menciona como “mi hijo” en su primera carta (1 Pedro 5,13), una expresión que revela un vínculo espiritual profundo. De hecho, gran parte del contenido de su Evangelio está basado en las enseñanzas y testimonios del propio San Pedro, lo que lo convierte en una valiosa fuente de la vida y predicación de Jesús desde la perspectiva del apóstol.

Además de su cercanía con Pedro, también acompañó a San Pablo y a Bernabé —su primo— en los primeros viajes misioneros, aunque en un momento determinado se separó del grupo, lo que provocó cierta tensión entre Pablo y Bernabé (Hechos 15,36-39). Más adelante, sin embargo, San Pablo lo volvería a mencionar de forma positiva, lo que indica una reconciliación (Colosenses 4,10; 2 Timoteo 4,11).
A través de su vida, San Marcos actuó como puente entre varias figuras clave del cristianismo primitivo, consolidando su importancia tanto en la tradición apostólica como en la transmisión de la fe.
San Marcos y la Iglesia Copta
San Marcos Evangelista no solo es venerado en la tradición occidental, sino que ocupa un lugar central en la historia del cristianismo oriental, especialmente en la Iglesia Copta Ortodoxa de Egipto. De hecho, es considerado el fundador de esta Iglesia y su primer patriarca.
Según la tradición copta, San Marcos llegó a Alejandría alrededor del año 49 d.C., una de las ciudades más importantes del mundo antiguo, conocida por su cultura helenística y su población diversa. Allí comenzó su labor evangelizadora, predicando el mensaje cristiano en un contexto dominado por la filosofía griega y la religión pagana. Se dice que realizó varios milagros que ayudaron a ganar seguidores y a consolidar una comunidad cristiana firme y activa.

Su misión no fue sencilla. El mensaje cristiano provocó el rechazo de sectores influyentes de la ciudad, y San Marcos fue finalmente arrestado y martirizado por su fe, alrededor del año 68 d.C. Murió arrastrado por las calles de Alejandría, una forma de ejecución brutal que, sin embargo, no detuvo el avance del cristianismo en la región. Sus restos fueron venerados por los cristianos locales, y su figura se convirtió en símbolo de resistencia y fe.
La Iglesia Copta lo reconoce como su primer papa, y su legado sigue muy vivo hasta hoy. Su sede en Alejandría se considera la segunda más antigua del cristianismo después de Jerusalén, y la figura de San Marcos sigue siendo un referente espiritual, teológico e identitario para millones de fieles.
San Marcos, patrón de Venecia
La conexión de San Marcos con Venecia es una de las más fascinantes de su historia, y una prueba de cómo su figura trascendió fronteras geográficas y culturales. Aunque San Marcos murió en Alejandría, sus reliquias terminaron en la ciudad de Venecia en el siglo IX, lo que marcó el inicio de su patronazgo sobre la ciudad.
Según la tradición veneciana, en el año 828 dos comerciantes venecianos, Buono da Malamocco y Rustico da Torcello, lograron sustraer los restos del santo de Alejandría, donde estaban en peligro por la expansión musulmana. Para pasar desapercibidos ante los guardias, escondieron las reliquias bajo capas de carne de cerdo, sabiendo que los musulmanes evitarían inspeccionarlas por razones religiosas. Los restos fueron trasladados a Venecia, donde se construyó una iglesia para albergarlos: la imponente Basílica de San Marcos.

Desde entonces, San Marcos se convirtió en el patrón de la República de Venecia, y su figura fue usada no solo con fines religiosos, sino también políticos y culturales. El león alado, símbolo del evangelista, pasó a ser el emblema de la ciudad y de su poderío marítimo. Aparece en banderas, esculturas, monedas e incluso en el escudo oficial de la ciudad.
La Basílica de San Marcos, una joya del arte bizantino y una de las principales atracciones turísticas de Venecia, se construyó originalmente para custodiar las reliquias del santo. Con el tiempo, la figura de San Marcos se fundió con la identidad veneciana, convirtiéndose en un símbolo de su gloria y de su conexión con lo divino.
Fiesta de San Marcos y tradiciones
El santoral católico celebra la festividad de San Marcos Evangelista el 25 de abril, tanto en la Iglesia Católica como en la Iglesia Copta, aunque cada una lo hace con sus propias tradiciones litúrgicas y culturales.
En el calendario litúrgico romano, es una memoria libre, pero en lugares donde San Marcos es patrón, como en Venecia, la celebración adquiere gran solemnidad. La ciudad organiza actos religiosos, procesiones y eventos cívicos en honor al santo. Uno de los momentos más destacados es la misa solemne en la Basílica de San Marcos, donde se veneran sus reliquias.

Una de las tradiciones más curiosas en Venecia en esta fecha es la del «bocolo», que consiste en regalar una rosa roja (un capullo) a la persona amada. Esta costumbre se remonta a una leyenda medieval que habla de un joven veneciano que murió en batalla tras ofrecer una rosa empapada en su sangre a su amada, precisamente el día de San Marcos.
En la Iglesia Copta, la conmemoración tiene un tono más litúrgico y espiritual. Se celebra con una liturgia solemne en la que se recuerda el martirio del santo y su papel como fundador de la Iglesia de Alejandría. Las comunidades coptas alrededor del mundo también se reúnen para honrar su memoria con cantos, lecturas bíblicas y procesiones.
Más allá de las formas, la fiesta de San Marcos es una oportunidad para reflexionar sobre su legado como evangelista, discípulo y mártir. Su vida y su obra continúan inspirando a creyentes de distintas culturas y tradiciones.
Simbolismo del león y legado espiritual
San Marcos es representado tradicionalmente con el símbolo del león alado, una imagen poderosa que ha perdurado a lo largo de los siglos tanto en el arte religioso como en la iconografía civil, especialmente en Venecia. Este león no solo es un emblema visual, sino que tiene un profundo significado teológico.
El león alado proviene de la visión del profeta Ezequiel (Ez 1,10) y del Apocalipsis (Ap 4,7), donde se describen cuatro seres vivientes que representan a los cuatro evangelistas. El león, símbolo de valentía, realeza y resurrección, se asocia a San Marcos por el tono de su Evangelio, que inicia con la figura de Juan el Bautista —“voz que clama en el desierto”, como un rugido que anuncia la llegada del Mesías. Además, el león era visto como el rey de los animales, lo que reforzaba la autoridad del mensaje evangélico transmitido por Marcos.

En el plano espiritual, el legado de San Marcos se manifiesta en su capacidad de transmitir la acción y el poder de Jesús de forma directa y vívida. Su Evangelio es el más breve, pero también el más dinámico, centrado en las obras de Cristo más que en largos discursos. Esta característica ha hecho que muchos lo consideren el Evangelio del «Cristo en acción».
Su ejemplo como discípulo fiel, que supo servir desde el segundo plano —como secretario, compañero de viaje y evangelista—, es también un modelo de humildad y entrega para los cristianos de hoy. No buscó protagonismo, pero dejó una huella imborrable en la historia de la fe.